El único problema clave que hay que solucionar

Todos, absolutamente todos los problemas que hacen que esta sociedad sea anti-humana parten de un único lugar: el monopolio de la creación del dinero de la nada.

Ya lo dijo un Rothschild: «El Imperio Británico domina al mundo y yo controlo al Banco de Inglaterra que domina al Imperio Británico.» – o algo parecido.

¿Puede haber algo más obvio?

Por supuesto, antes de que hubiera este monopolio este mundo también era injusto, sin equilibrio y con guerras, pero al menos los poderosos tenían que currarse su posición.

Actualmente, desde la implantación de la moneda fiduciaria mundial, el petrodólar, hace más de cuarenta años, los poderosos ya no temen perder su lugar.

Y si analizamos la historia, es justo desde hace cuarenta años que el neofudalismo diseñado a principios del pasado siglo XX ha avanzado a pasos agigantados, y se ha consolidado.

No es una coincidencia ni una casualidad.

Una herramienta tan útil como el dinero para las relaciones humanas ha sido tergiversada de tal manera que muchos lo culpan de todos los males. No, no nos equivoquemos, no es el dinero el culpable, porque actualmente la población no usa dinero, usa divisas fiduciarias sin valor material. Unas divisas fiduciarias creadas y controladas por un puñado de individuos que son los auténticos dueños de este mundo.

Y la clave del problema no está sólo en que haya divisas fiduciarias sino sobre todo en el monopolio de su creación.

Éste es un concepto que tenemos que tener claro o llegaremos a conclusiones equivocadas, cosa que favorece a los señores feudales, y por ello les interesa introducir ruído y falsedades a su alrededor.

Conclusiones equivocadas y catastróficas como el colectivismo.

Los señores neofeudales actuales, siguiendo la estela de John D. Rockefeller, odian la competencia, odian el capitalismo, odian la libertad y odian la individualidad. Porque aman a la plebe obediente y manejable.

A través de la producción ilimitada de deuda nos esclavizan a todos, pero de formas sutiles para que la mayoría crea que es libre en sus acciones y decisiones. No hay mejor esclavo que aquél que no sabe que lo es.

Al ser los propietarios de las divisas legales, son los propietarios de los gobiernos, de las religiones, de los ejércitos, de los medios de comunicación masivos, de las farmacéuticas, de los productores agrícolas… vamos, que no queda nada lejos de sus zarpas. Son los creadores de la verdad que la mayoría tiene como credo.

Lo pueden comprar todo sin esfuerzo alguno.

Y como buenos «cuidadores» de este zoo que llamamos «mundo«, usan las guerras para controlar el número de la población y causar migraciones, según sus intereses estratégicos.

Y todo, todo este poder tiene su punto de inicio, volvamos a decirlo: el monopolio de la creación del dinero de la nada.

De ahí parte todo. Absolutamente toda esta esclavitud.

Y la solución es muy sencilla, tan sencilla que la población podría aplicarla en cualquier momento: no aceptar los billetes fiduciarios que fabrica esta élite.

Ésa será la desobediencia suprema. En ese momento, este poder que todo lo controla dejaría de ser poder. Porque el «poder» sólo lo es porque se le obedece. Sin obediencia, no hay poder.

Eso no significa que desaparezca el dinero, porque, como ya he mencionado antes, el dinero no es más que una herramienta. Un martillo puede matar, pero también clava los clavos para construir.

Así pues, el dinero, como toda herramienta depende del uso con el que lo utilicemos.

El dinero tiene que volver a ser un mero medio de intercambio de bienes y servicios. Y el dinero tiene que volver a ser libre, no puede ser controlado por nadie, ni por un estado por muy «democrático» que fuera.

El dinero volverá a determinar la riqueza y la pobreza, pero cualquiera podrá cambiar su estatus según su esfuerzo e inteligencia, no estará obstaculizado por una élite criminal y mafiosa que lo mantenga en la pobreza para esclavizarlo.

Las reglas del juego volverán a estar claras y nadie las tergiversará a su favor.

Y todo esto sólo sucederá cuando esta minoría minoritaria pierda su privilegio de controlar el monopolio de la fabricación del dinero del aire.

La Humanidad puede salvarse sólo si le da la gana hacerlo, si mueve su culo para hacerlo. En caso contrario, bien, ya podemos imaginar cómo va a acabar todo este espectáculo degradante.