Éste es el plan, por si alguien lo quiere más clarito

Pasaje extraído del libro «La jerarquía de los conspiradores: La historia del comité de los 300» del Dr. John Coleman.

La eutanasia para los enfermos terminales y los viejos será obligatoria. Ninguna ciudad será más grande que un número predeterminado tal como está descrito en la obra de Kalgeri. Los trabajadores esenciales se trasladarán a otras ciudades si hay sobrepoblación en las que están. Otros trabajadores no esenciales serán escogidos al azar y enviados a ciudades poco pobladas para llenar «cuotas».

Al menos 4 mil millones de «comedores inútiles» serán eliminados hacia el año 2050 mediante guerras limitadas, epidemias organizadas de enfermedades de actuación rápida y hambrunas. La energía, la comida y el agua se mantendrán en niveles de subsistencia para las no-élites, empezando por la población Blanca de Europa Occidental y Norte América y entonces se abarcará a otras razas. La población de Canadá, Europa Occidental y Estados Unidos será diezmada más rápidamente que en otros continentes, hasta que la población del mundo alcance un nivel manejable de mil millones, de los cuales 500 millones consistirán de las razas chinas y japonesas, seleccionadas porque son poblaciones que han sido regimentadas durante siglos y están acostumbradas a obedecer a la autoridad sin cuestionarla.

De tanto en tanto habrá escasez artificial e inventada de comida, agua y asistencia médica para recordar a las masas que su mera existencia depende de la buena voluntad del Comité de los 300.

Y ahora, ¿qué? ¿Eh? ¿Te suena? ¿Alguien pensaba que lo que está sucediendo con el virus chino y las medidas gubernamentales autoritarias mundiales es una mera casualidad?

Para finalizar, mira este vídeo mío…

Que te sea leve el choque.

Somos los prescindibles

Somos los prescindibles.

Somos los desechables.

Somos los humanos de usar y tirar.

Somos la gente sin calidad que no merecemos respirar.

Somos a los que es muy fácil engañar porque no sabemos nada.

Somos los cadáveres vivientes.

Somos los agotadores de recursos.

Somos los que ocupamos un espacio que no merecemos.

Somos los que estamos al capricho de los iluminados.

Somos los que molestamos.

Somos los que pensamos lo que no hay que pensar.

Somos los que vamos a donde no hay que ir.

Somos lo que dicen que somos.

Somos los que no tenemos derecho a ser.

2020: El año en el que intentaron asesinarnos

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Imagen gratuita chachiguay que hay que poner en cualquier post. Photo by Jill Wellington on Pexels.com

Si lees esto es que estás vivo. Felicidades. Hasta este momento has sobrevivido al intento de la élite globalista de asesinarte con el virus chino.

Si escribo esto es que estoy vivo, y he sobrevivido también.

Es 25 de diciembre del 2020 y quedan siete días para que finalice este 2020, así que supongo que superaremos este año, tú y yo.

Del 2021 no veo nada; de ése, ya no sé si lo superaremos. Pero este 2020, por fin, ha pasado a la Historia. A la Historia de las infamias, pero a la Historia.

Porque, vamos a ver, a los que les mean pero creen que llueve, siempre se creen las narrativas oficiales y nunca dudan de la palabra de sus amados dueños. Son tan obedientes que cualquier explicación ‘seria’ narrada por su periolisto favorito ya les vale. Es el poder de las bonitas sonrisas y el teleprompter.

Pero si estás leyendo esto, sé que no eres de esos. Que, aunque no sepas qué está pasando, al menos sabes que no es lo que te están contando. Y, de alguna manera, has podido evitar ser aplastado por la verdad verdadera del positivismo propagandístico.

Y has tenido que aguantar que te llamen ‘teórico de la conspiración’, ‘negativista’ y demás tonterías inventadas por los ingenieros sociales. Mucha fuerza has tenido para defender tu individualidad y caminar por la cuerda floja, y defenderte del virus chino con medidas heterodoxas. Has hecho lo que otros no han hecho, y por eso sigues aquí.

Eso es lo que importa, todo lo demás son monsergas.

Pese a todo, esto no es más que el principio. No sé si estaré aquí dentro de un año, pero sí sé que, si estoy, estos próximos doce meses superarán con creces en acontecimientos extraños provocados a estos pasados doce meses. No veo el 2021, ya digo, porque realmente no quiero verlo. Viviré día a día como si no hubiera un mañana, porque no habrá un mañana. Todo es hoy, ahora, el momento en el que respiro, nada está por sentado.

Es 25 de diciembre y, en esta parte del mundo, la gente llama a este día ‘Navidad’. Es un momento para desconectar y celebrar que todavía estamos vivos. Porque de un momento para otro podríamos no estarlo. No es el típico destino natural de la vida el que está decidiendo, sino un pequeñísimo grupo de humanos que se han creído con la potestad de poder eliminarnos a su antojo. Y lo están consiguiendo.

Basta ya de celebrar derrotas (que nunca fueron)

Cuando le expliqué a mi mujer, acostumbrada a los grandes desfiles de la URSS conmemorativos de la victoria de la Gran Guerra Patria, que en la fiesta nacional de Cataluña se celebra una derrota, no se lo podía creer. Y cualquiera con dos dedos de frente también se quedaría incrédulo.

Pero es que la cosa no se queda aquí, va más allá, porque aquella caída de Barcelona del 11 de septiembre de 1714 no fue una derrota de Cataluña sino de los partidarios del archiduque Carlos ante los partidarios del príncipe francés Felipe en la guerra de sucesión española. No de secesión, sino de sucesión – para aclararlo, porque a veces se confunden las dos palabras al tener tan sólo una letra de diferencia.

Lo curioso es que nadie se planteaba una separación de Cataluña del entonces Imperio Español. Sencillamente, el sentimiento antifrancés por el mal recuerdo del período de 1640-1652, en el que Cataluña cayó en manos francesas – por su propio pie -, indujo a las gentes catalanas a ponerse de parte del heredero austríaco contra el heredero francés. Ni más ni menos. De ahí a plantear que Cataluña perdió ante España hay un gran invento manipulador.

En todo caso, puesto que hay que celebrar un día nacional patriotero, siempre es mejor celebrar una victoria que no una derrota. Aunque sea una victoria ficticia de un caballero ante un dragón, tal como se hace el 23 de abril cada año. Es más, siempre queda bien que ese día tenga asociada una bonita tradición como la de la rosa y el libro. Es un día ya aceptado que, creo yo, tendría mucha aceptación.

Por supuesto, se perdería el victimismo enfermizo – que funciona – que ha conducido a un nacionalismo atontador. Lo cierto es que una nación, un país, un estado no es más que un grupo de individuos que decide asociarse y dotarse de leyes y fronteras propias, y cosas así, para diferenciarse de otros grupos de individuos que han hecho lo mismo. No es nada del otro mundo; este mundo está precisamente dividido en entidades de ese tipo. Sin embargo, hay una gran diferencia entre una asociación de individuos libres que buscan mejorar sus vidas y unos pocos manipuladores que engañan a la masa por sus intereses turbios.

Sé que muchos se enfadaron conmigo por mi apoyo – o falta de rechazo – a la República de Catalunya, pero es que hay que entender que los hechos son los hechos. Guste o no guste, estén equivocados o no, hayan sido engañados, más de dos millones de individuos proclamaron un nuevo estado mediante un referéndum el pasado 1 de octubre de 2017. Claro, para proclamar un nuevo estado no se necesitan referéndums, pero necesitaron hacer el teatro y el ruído suficiente para hacerse notar, cosa que consiguieron que, al final, fue lo único que consiguieron. Ya se sabe, mucho ruído para pocas nueces. Porque las cosas no se logran con sonrisitas y lacitos amarillos. Sin embargo, otros estados actuales fueron proclamados con menos parafernalia y ahí están, reconocidos o no.

Así que, hemos llegado a este once de septiembre de 2019 en una especie de limbo en Cataluña. Los políticos van a su bola, únicamente preocupados de mantener sus poltronas y sueldos públicos, y cada vez más gente está con la mosca en la nariz, comprobando cada día que los han metido dentro de un cuento chino, que funciona como círculo vicioso. Y en éstas, que en este lugar se sigue celebrando oficialmente una derrota que no fue realmente como la han explicado durante los últimos ochenta años.

Venga ya, para cuentos, el de Sant Jordi es mucho más bonito y positivo, con caballeros, dragones y princesas. Es hora de que la masa sea manipulada en otra dirección.

 

Ni quito ni pongo rey

… pero no obedezco a ningún señor.

Una cosa es el idealismo y otra es cómo implementarlo para que se haga realidad. Por supuesto, siempre hay que apuntar a las estrellas para alcanzar al menos la Luna.

Pero a veces se llega a un punto en el que comparamos el idealismo y la realidad actual, y decimos: pues me quedo con lo que hay.

Nací durante una dictadura, y dos años y medio después se colocó a un rey como cabeza de estado. Y ahora, está su hijo en su puesto. ¿El resultado? Pues idealmente podríamos ser una república para no ser súbditos, pero la realidad ha resultado ser nada mala. Comparando económicamente la vida de hace cuarenta y seis años y la de ahora, pues podríamos afirmar que se vive mucho mejor. Por supuesto, todo es temporal y no se sabe qué pasará pasado mañana.

La cosa es que, aunque me he pasado años escribiendo cómo se podrían mejorar las cosas, mi ideal sigue siendo la Confederación Helvética, no se puede negar que esta España ha alcanzado un muy buen nivel de vida. Tan buen nivel que los colectivistas tienen como objetivo saquearla, al estilo venezolano. Porque sólo se puede robar donde hay algo que poder robar.

El único problema es que hay una cantidad ingente de tontos útiles que se creen la propaganda de los colectivistas, que por su estupidez podría conducirles a perder todo lo bueno ganado. Ciertamente, hay que seguir intentando que abran sus mentes a la realidad para que dejen de apoyar a los manipuladores. Aunque parezca, a veces, una empresa inútil. Los colectivistas son muy buenos flautistas de Hammelin. Y lo han demostrado una y otra vez.

En esto, ya que es muy complicado avanzar en este ambiente, al menos habrá que conservar lo logrado y evitar los cambios perniciosos. El rey se puede quedar en su sitio, siempre y cuando no moleste al desarrollo individual de sus súbditos. Porque resulta que, paradójicamente, son los izquierdosos que lo quieren destituir los que se dedican a inmiscuirse para controlar la vida privada de los individuos. Esto sí que es intolerable.

Que todo lo bueno se quede donde está. El problema es que si tenemos 100 manzanas y una de ellas está podrida, las 99 buenas no mejorarán a la podrida sino que la podrida estropeará a las 99 restantes. Hay que estar muy atentos a esta minoría colectivista podrida. La única defensa es la cirugía. Estirpar el tumor marxista cultural de cuajo.

Los individuos podemos vivir sin molestar a los demás, podemos vivir infiltrados sin que la masa se entere de nuestra existencia. Sin embargo, las acciones de esa masa suelen alterar nuestras vidas tranquilas. Es por eso, aunque parezca contradictorio, que hay que estar atentos a los movimientos de esas masas manipuladas y tomar las medidas adecuadas para protegernos.

Lo ideal es genial, pero tocar con los pies en la tierra es el camino.